¿Grabarse o no grabarse?
Esta es una de esas cuestiones que deberíamos tener muy presente en cuanto comenzamos a tomar clases de canto o, si ya tenemos nociones técnicas, considerar seriamente en el uso de la tecnología para ayudarnos a evolucionar. En lo referente a este tema, y en lo relacionado directamente con el aprendizaje técnico vocal y musical, hay puntos de vista de los más variopinto sobre su efectividad en los procesos de aprendizaje.
Parto mi posicionamiento desde la consideración de que una grabación nunca es un reflejo real y exacto de la voz que emitimos debido a que los micrófonos de los móviles o grabadoras (aunque los hay de muy buena calidad) no captan todos los armónicos que se producen en la naturaleza vocal de cada individuo, resultando, a veces, sonidos excesivamente metálicos que nos da la sensación de una “voz de hojalata” por así decirlo. No obstante, yo soy muy partidario de grabar las clases o cualquier ensayo que considere importante de registrar para su posterior análisis o estudio.
Considero que las grabaciones son una grandísima y valiosísima herramienta de trabajo que nos ayudará a acelerar nuestro proceso de aprendizaje que nos ayudará a profundizar y perfeccionar diferentes aspectos que se trabajan normalmente con la voz.
Lo primero que nos ayudará a trabajar no está directamente relacionado con la voz en sí misma, sino con la percepción de nosotros mismos, es decir, nuestra autoestima. La principal razón que me encuentro a diario para no grabar las sesiones de trabajo con mis alumnos la encuentro en este punto: ¡Es que no me gusta escucharme!
Debemos tener en cuenta siempre, que cada vez que nos grabamos no lo debemos hacer nunca para gustarnos o deleitarnos con nuestra voz, esa es una visión subjetiva que vendrá más adelante con el tiempo, o cuando grabemos precisamente para algo que tenga ese objetivo en algún estudio de grabación o concierto. Mientras, sólo lo apreciaremos como una herramienta más de trabajo que nos ayude a mejorar y nos ponga oídos a lo que sale al exterior de nuestro cuerpo con nuestra voz y poder mejorar nuestro instrumento.
Mejoraríamos también aspectos relacionados con la afinación, indistintamente si se atacan las notas un poco bajas o altas y no somos conscientes de ello. Se puede observar si el texto se dice correctamente o no, si articulamos correctamente, aspectos musicales o entradas difíciles de las canciones, a trabajar la memoria de nuestras canciones, a trabajar algunos ejercicios de vocalización que no conseguimos realizar del todo bien… El número de motivos puede ser enorme, por lo que todo dependerá siempre de la clase que recibas, de lo que trabajes en ella, de lo que necesites mejorar o de lo que deseas conseguir.
Por estas razones, una clase sin grabar es un posibilidad nueva que pierdes de mejorar cosas, de aprender a escucharte, pero sobretodo, a valorar desde una posición más objetiva tus avances y poder asociar las sensaciones que tenemos a la hora de cantar y que van apareciendo en cada sesión de trabajo con el resultado sonoro que se aprecia desde fuera. Y es de verdad una oportunidad perdida porque muchas veces, el alumno está tan pendiente de hacer lo que se le dice y de tratar de hacerlo bien (que digo bien, ¡PERFECTO!) que el mensaje parece otro cuando se escuchan las indicaciones en frío.
La finalidad real y más importante del uso de esta herramienta es que el alumno consiga ser cada vez más independiente del profesor, adquiera un criterio técnico propio, busque nuevos retos a superar y sea capaz de reflexionar sobre las indicaciones que se han trabajado en la clase o ensayo.
Así que busca un entorno tranquilo en el que puedas realizar la escucha de la grabación con atención objetiva de las indicaciones que creas que debas trabajar y no tardes más de 24 horas de ponerlas en práctica. Este aspecto es muy importante, porque así no dejarás que se enfríe mucho la sensaciones que aparecieron en clase ya que aún estarán frescas en tu mente y en tu cuerpo hasta la próxima sesión de trabajo que tengas la oportunidad de realizar.
