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Reflexión sobre una audición

El pasado 27 de febrero tuvo lugar la primera audición del curso para los alumnos de mi Aula de Canto en una sala bajo mi criterio con cierto encanto, el del Gran Canaria Espacio Digital. Es una sala pequeñita pero bien equipada y perfecta para pequeñas presentaciones como las vividas aquel día. Experiencia que estuvo cargada de un ambiente entrañable, positivo, enriquecedor pero, sobretodo, de mucho aprendizaje.

Hablo de aprendizaje porque muchos son los que vivieron una experiencia nueva, nuevos retos alcanzados, nuevas sensaciones, nuevas alegrías... Pero todo eso no es producto del momento, o tan solo del momento, lo es también del trabajo que hay detrás para poder crear esa sensación de "buenrollismo" en una audición de escuela. Esas sensaciones hay que crearlas, y no hablo solo del acto en sí, sino en el trabajo con cada uno de los alumnos para que se sientan perfectamente válidos y fuertes en un escenario. De enseñarles lo que cuesta estar ahí arriba, de que no solo nos hace falta la voz para ser cantantes. Nos hace falta muchísimas cosas, y todas ellas diferentes, pero la voz a mi parecer no es la más importante o la que deba prevalecer sobre el resto. Y eso están aprendiendo cada día. A trabajarse para poder estar en un escenario con garantías y una mente fuerte que les ayude a ser mejores y disfrutar de un escenario y, lo más importante, hacer disfrutar.

Hablo de trabajar la empatía con los compañeros que se suben a cantar, siendo conocedores de cada uno tiene sus cosas que arreglar, pero que también tienen sus virtudes y hay que dejarlas florecer. De ver mis propias virtudes con la misma fuerza que percibo las de los demás, no solo los defectos y las cosas a mejorar. Equilibrar las balanzas para ofrecer los mejor de mí mismo siempre, no solo la parte negativa. Y creo firmemente que eso se vio aquella tarde.